Fue uno de los pocos que supieron navegar con fortuna, entre la renovación y el clasicismo, en el escabroso mundo del tango. Surgió y triunfó en una época en que la música ciudadana tambaleaba. La parca se precipitó sobre él hace un año, sin darle tiempo a profundizar un cambio en su agitada vida.
El mundo de los creadores e intérpretes del tango es uno de los más exclusivos y exigentes del universo musical. Como en tantas otras disciplinas, los puristas están al acecho contra quienes plantean ideas renovadoras, pero en el caso del género popular las críticas se ven acentuadas por la lógica concentración geográfica de sus autores en Argentina. A Rubén Juárez, sin embargo, se lo ubica entre los que consiguieron avanzar en un terreno situado entre lo clásico y lo nuevo, imponiendo su propio estilo. Lograrlo no ha sido nada fácil, en un terreno donde subsiste una férrea conducta tradicionalista. A un año de su fallecimiento se lo sigue valorando, por sus convicciones y el extenso y rico legado discográfico.
Tocar el bandoneón y a la vez cantar, dos interpretaciones tan distintas y difíciles de acoplar armónicamente, fue una novedad que el cordobés supo imponer y, lo que es más importante aún, lograr que sea aceptada masivamente. Alguien lo definió certeramente como El bandoneón que canta. Pero además de ejecutante y cantor, sus conocimientos musicales le permitieron componer, ser director, productor artístico y hasta actuó en el cine y televisión. Todo lo hizo bien. En términos burreros, era para jugarle a ganador. Pero, …como todo llega a su término en la vida… según reza un tango, Rubén Juárez pagó caro sus desarreglos noctámbulos, deteriorándose su salud en varios frentes. Y poco proclive a hacerle caso a los médicos y no aflojar el ritmo de trabajo, murió con sólo 62 años el 31 de mayo de 2010, en el Sanatorio Güemes de Buenos Aires. Con el consentimiento de su familia, sus restos fueron cremados y las cenizas esparcidas en las tres ciudades que más amaba: Montevideo, Buenos Aires y Villa Carlos Paz. Su hija Lucila Juárez sigue sus pasos como cancionista.
ACIERTO. Su disco más vendido contiene el tango Café La Humedad, de su compinche de las madrugadas porteñas --que viene sobrellevando un duro trance de salud-- Cacho Castaña, autor de la letra y música, en 1972. La primera versión grabada es la de Rubén Juárez, en 1974, con antológico acompañamiento y arreglo musical del maestro Raúl Garello. Se aprecia en ese tema toda la fuerza de la voz clara y grave del cantor quien, a partir del impacto que produjo ese tema, creció de tal modo su popularidad hasta transformarse en un verdadero embajador del tango por el mundo, a través de innumerables giras. Fue atracción en cumbres del tango y compartió escenarios con famosos, como Joan Manuel Serrat y Ana Belén. Cosechó importantísimos premios entre los años 1960/80, entre ellos los Kónex y Grammy Latino. Entre 1969 y 2010, viajó varias veces por América, Europa, Escandinavia, países de Oriente; protagonizó películas y produjo puestas teatrales o empresariales, asumiendo posibles riesgos económicos, lo cual no logró detener su propósito de difundir el tango y de "llegar a la juventud", como solía afirmar.
PRODUCCIÓN. El primer disco data de 1969 y se llamó Mi bandoneón y yo, con la orquesta de Carlos García. Luego grababa a razón de un LD por año. Tras un prolongado impase en los ’90 (casi una década) volvió al ruedo con el disco El álbum blanco... en 2002. Sería el último de una larga serie. Entre los temas compuestos por Juárez se destacan: Candombe en negro y plata, Mi bandoneón y yo, Qué tango hay que cantar y, en colaboración con Juanca Tavera, El segundo violín, Después del ensayo, Tiempo de madurez, Mi tiempo feliz y Vientos del ochenta.
Probablemente, el hecho de que Rubén Juárez tocara el bandoneón –a la par de cantar-- le ayudó a ser bien recibido por los tangueros ortodoxos, convirtiéndose en el puente ideal entre los cantautores de la época dorada de 1940/50 y la de los años ‘70, cuando se confirmaba la renovación del género. Corresponde reconocer que fue el aval de Aníbal Troilo lo que le permitió entrar por la puerta grande en el ambiente del tango. Con sólo 22 años, Juárez debutó en la mítica sala porteña Caño 14, donde Pichuco lo descubrió y pasó a ser su protector. "Fue uno de los raros casos en que un joven y nuevo en la actividad fue aceptado sin resistencias, casi unánimemente y reconocido como figura de promisorio futuro", definió el poeta Héctor Negro, añadiendo: "Cuando se produjo su aparición en el gran escenario del tango, hubo algo así como una celebración. Tanto de viejos como de nuevos devotos del género". Aunque nació en Ballesteros, Córdoba (el 5 de noviembre de 1947), Jorge Rubén Juárez creció en Avellaneda, de allí su pasión racinguista y la bandera de La Academia que cubrió el féretro –junto con su blanco bandoneón- en el último adiós.
Vientos del ochenta
Tango - 1980
Vientos del ochenta
tiempo de no hacer la cuenta
para no llorar.
Ya no quedaba en la ilusión
ni el mínimo rincón
para un fracaso más.
Ansias de encontrar
el modo de salir del lodo
y empezar a andar.
Poder cortarle la raíz
a este presente gris,
país… país.
Aquí, el último rincón del Sur.
Viejo granero de la paz y del trabajo.
¿Qué pasó con la sonrisa de esta tierra?
¿Cómo hicimos para hundirnos tan abajo?
Aquí, aquel lugar feliz
que Dios me regaló la suerte de vivir.
Ya en el último parcial
parece que soñaran con poder partir.
Pero toda historia tiene
muchas hojas nuevas para comenzar.
Todo ese tiempo de aquí en más;
y a quién le va a importar
que entonces yo esté viejo.
¿Cuánta culpa pagará la juventud?
¡Qué tristeza hay en el rostro de Jesús!
¿Qué le espera en la quimera de crecer
al que antes de nacer lo cargan con la cruz?
¡Cómo duele la pregunta más tenaz,
cuando un hombre no la puede contestar!
¿Que hago con mis sueños,
mi derecho de vivir
y estas ganas de quedarme aquí?
¡Vamos, siempre hay un mañana
con una ventana
para ver el sol!
Quiero un país para soñar
con el milagro elemental
de una esperanza cada día.
Y habrá otro vino y otro pan
con otra historia que contar
para volver a comenzar.
Música: Rubén Juárez.
Letra: Juanca Tavera.
Definiciones y algo más
El escritor Roberto Mur, a quien pertenece el encuadre de Rubén Juárez como "Un tanguero ecléctico", ha expresado sobre la personalidad del recordado artista: "Quienes conocimos a Rubén Juárez, compartimos su mesa y su canto y, sobre todo, sus recaladas hasta las siete de la mañana, nos quedamos pensando si existirá otro igual. En lo particular creo que no, estoy convencido que no. El no fue sólo el cantor de tangos, fue un referente del porteño de Corrientes y Esmeralda pero en los ochenta y en Palermo Viejo, el barrio de Borges y Carriego. Allí, el café Homero (el sueño del boliche propio de todo cantor) era el destino obligado para escucharlo. Rubén fue a su manera un provocador, primero cantando viejos temas y transformándolos en propios, como el caso de Pasional (de Caldara y Soto) o después grabando nuevos tangos para instalarlo en la galería de clásicos. Apostó al acompañamiento de los mejores músicos posibles: Carlos García, Raúl Garello, Armando Pontier, Roberto Grela, José Ogivieki (su pianista y director musical) y, como si esto fuera poco, inventó para sí mismo una manera de tocar el bandoneón, tan sorprendente como distinta".
Dedicatoria. Uno de los preferidos álbumes discográficos de Juárez se titula Pasional (1974). Este LD tiene una particularidad: el acompañamiento de la cara A está a cargo de Raúl Garello y la B por Armando Portier, con sus orquestas. La contratapa lleva una foto de Rubén Juárez y El flaco Norberto Aroldi (poeta y habitante de la noche porteña), quien escribió este comentario: "…porque Dios es gaucho y mira hacia el Obelisco. Y de tanto en tanto nos tira el milagro de un nuevo talento para que el tango siga de pie, eterno, nuevo, fresco… porque ¿Quién si no el Dios Porteño es capaz de poner en las manos un fueye junto a la cuna? Sí Rubén, tenés que agradecer todos los días. Irte a Luján a pié, pero ida y vuelta. Y morirte dentro de mil años sin soltar el fueye ni cerrar la garganta. Porque el reparto que te tocó con el destino no se da todos los días. Voz y Fueye. ¡Dios! (y sigo salteando la pinta porque tanta ventaja ya es robo)…"
Anécdota. Según Héctor Arbelo (quien fuera guitarrista de Julio Sosa), "las primeras giras con Rubén Juárez eran una rascada, pero servían para traer un mango. Nos íbamos los viernes a la mañana con mi auto al interior. Cuando llegábamos a un pueblo, por ejemplo Casilda, enseguida buscábamos el club Social y Deportivo; yo bajaba del coche y encaraba al que estuviese allí casi a los gritos: ‘les traigo al mejor cantor de tangos de este momento, se llama Jorge Rubén y además toca el bandoneón’. Si todo iba bien y nos dejaban trabajar esa noche en el club, Rubén bajaba del coche y tocaba algo…al otro día a buscar otro pueblo y otro club…"
Publicado por: El Diario de Paraná.
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