Por Litto Nebbia
Tengo un recuerdo imborrable del divino Ástor Piazzolla. Por un lado está el recuerdo sonoro: el gran poder de evocación que me trae volver a oír “Lo que vendrá”. Lo descubrí allá en Rosario, a mis 12 años, como cortina de presentación de un osado programa radial tanguero de las tardes. Eran épocas donde los conductores de cualquier programa se jugaban entregándole a la gente lo que consideraban mejor de nuestra música popular.
Por supuesto que soy de los fueron coleccionando toda su discografía. Pasó el tiempo y sin querer me encontré grabando para el mismo sello donde Ástor registraba su hermoso Noneto. Siempre me fue impensable acercarme a saludarlo, debido a mi timidez, a la que, además, cuando me topo con alguien que admiro, se suma la torpeza emocional. Pero una vez, por las callecitas de Sadaic, me lo crucé. Y me animé a pararlo, diciendo: “Vos no me conocés”, pero él me interrumpió. “Sí, te conozco, vos sos el pibe que grabó un disco muy lindo con arreglos de cuerdas de Alchourron.” (Se trataba de Melopea 1974). Después de cruzar algunas otra confusas palabras (mías), me pidió mi teléfono para convidarme a un ensayo. Al día siguiente, 8 de la mañana, suena el fono y la voz de Piazzolla me dice: “Pibe, ¿por qué no te venís al ensayo que hacemos ahora a la mañana, a ver si te gusta?”
Esto ocurrió finalmente en el viejo Tabaris, y al llegar me encontré con aquella agrupación donde trataba de mixturar un poco de lo electrónico para presentar por Europa. Igual, estaba Malvicino en la guitarra eléctrica, Adalberto Cevasco al bajo eléctrico, Santiago Giacobe al órgano, su hijo Daniel en sintetizador y así... Terminando el ensayo, me invitó a tomar algo al hotel donde estaba parando. Yo lo conocía bien, porque en época de Los Gatos había vivido allí casi un año: el Wilton Palace de Callao y Santa Fe. Fue una charla obsesiva sobre el Amor y la Pasión por la Música. Una insistencia en que no hay que “aflojar”. Todo siempre para adelante.
Esta imagen me ha quedado grabada de Ástor. Conozco mil anécdotas sobre su persona y he leído casi todos los libros que sobre él se han publicado. Pero cada vez que pongo uno de sus discos, esta imagen última es la que me viene inmediatamente a la cabeza, y al corazón. Ástor Piazzolla, noble música, noble persona.
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Publicado por: Tiempo Argentino.
Tengo un recuerdo imborrable del divino Ástor Piazzolla. Por un lado está el recuerdo sonoro: el gran poder de evocación que me trae volver a oír “Lo que vendrá”. Lo descubrí allá en Rosario, a mis 12 años, como cortina de presentación de un osado programa radial tanguero de las tardes. Eran épocas donde los conductores de cualquier programa se jugaban entregándole a la gente lo que consideraban mejor de nuestra música popular.
Por supuesto que soy de los fueron coleccionando toda su discografía. Pasó el tiempo y sin querer me encontré grabando para el mismo sello donde Ástor registraba su hermoso Noneto. Siempre me fue impensable acercarme a saludarlo, debido a mi timidez, a la que, además, cuando me topo con alguien que admiro, se suma la torpeza emocional. Pero una vez, por las callecitas de Sadaic, me lo crucé. Y me animé a pararlo, diciendo: “Vos no me conocés”, pero él me interrumpió. “Sí, te conozco, vos sos el pibe que grabó un disco muy lindo con arreglos de cuerdas de Alchourron.” (Se trataba de Melopea 1974). Después de cruzar algunas otra confusas palabras (mías), me pidió mi teléfono para convidarme a un ensayo. Al día siguiente, 8 de la mañana, suena el fono y la voz de Piazzolla me dice: “Pibe, ¿por qué no te venís al ensayo que hacemos ahora a la mañana, a ver si te gusta?”
Esto ocurrió finalmente en el viejo Tabaris, y al llegar me encontré con aquella agrupación donde trataba de mixturar un poco de lo electrónico para presentar por Europa. Igual, estaba Malvicino en la guitarra eléctrica, Adalberto Cevasco al bajo eléctrico, Santiago Giacobe al órgano, su hijo Daniel en sintetizador y así... Terminando el ensayo, me invitó a tomar algo al hotel donde estaba parando. Yo lo conocía bien, porque en época de Los Gatos había vivido allí casi un año: el Wilton Palace de Callao y Santa Fe. Fue una charla obsesiva sobre el Amor y la Pasión por la Música. Una insistencia en que no hay que “aflojar”. Todo siempre para adelante.
Esta imagen me ha quedado grabada de Ástor. Conozco mil anécdotas sobre su persona y he leído casi todos los libros que sobre él se han publicado. Pero cada vez que pongo uno de sus discos, esta imagen última es la que me viene inmediatamente a la cabeza, y al corazón. Ástor Piazzolla, noble música, noble persona.
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