Nunca se escuchó ni se escuchará en la ciudad algo semejante. El grupo, dirigido por Oscar Edelstein, brindó un concierto el viernes en el Teatro Municipal 3 de Febrero. El estreno de los Estudios para la Grilla Acústica Libro II, constituyó un hito sostenido en la solidez de sus integrantes y el descomunal esfuerzo de su conductor empeñado en colocar al país en un lugar expectante en el panorama musical internacional.
En una de sus ficciones más célebres, El Aleph, Borges postuló la posibilidad de la existencia de uno de los puntos del espacio que contuviese todos los puntos. Un punto que abarcase el espacio cósmico, en suma, el universo.
Todo lo pensable, se ha sostenido, es pasible de existencia, por lo cual ese Aleph imaginado por Borges se expande a otros campos del conocimiento humano para, por ejemplo, explicar lo que es inabordable desde los límites del lenguaje.
La metáfora borgeana permite entonces acercarse a la comprensión de lo que, el viernes, ofreció en Paraná el Ensamble Nacional del Sur. El grupo dirigido por Oscar Edelstein, presentó en el Teatro Municipal 3 de Febrero los Estudios para la Grilla Acústica Libro II
Durante más de una hora, el ENS dispuso sobre el escenario el resultado de un trabajo descomunal que, como el Aleph, contiene, en su interior, la música conocida y un atisbo del porvenir.
¿Clásico? ¿Popular? ¿Jazz? ¿Tango? No es posible encasillar y clasificar aquello que derriba géneros pero a la vez los contiene a todos en algo nuevo.
Enrolado en una línea de trabajo que incluye a Stockhausen, el dodecafonismo, pero que lo supera, Oscar Edelstein –creador, director del grupo y autor de las composiciones que interpreta– avanza sobre lo indicado por maestros como Juan Carlos Paz y Francisco Kröpfl.
Su trabajo no desdeña los aportes de múltiples campos y disciplinas –por citar sólo una la inteligencia artificial– y de compositores como György Ligeti, John Cage o Luigi Nono. Ellos también están en él, pero con un indeleble y característico sello propio en el que no faltan reminiscencias a lo mejor del rock sinfónico, y de proyectos como Emerson, Lake&Palmer o Pink Floyd.
Quienes asistieron al Teatro 3 de Febrero dispuestos a involucrarse con esta experiencia estética provocadora e inquietante, podrán decir que no hubo en Paraná algo así antes; ni lo habrá. En todo caso podría plantearse como antecedente un concierto –hace ya más de 15 años– de piano a tres manos que brindaron la pianista paranaense Adriana de los Santos y el musicólogo santafesino Omar Corrado.
De manera similar a lo que acontecía con el protagonista de El Aleph, el viernes, sentado en la platea del coliseo local, el oyente sensible pudo percibir, a través de reminiscencias generadas por los seis solventes integrantes del ENS ecos de música africana, el gamelán en Bali, los mantras cantados por monjes tibetanos, el eco de Rapsodia en Blue de Gershwin, el tango, el lamento de plañideras africanas, el dodecafonismo y la música incidental.
Todo eso mientras el sistema cuadrafónico envolvía al auditorio trasladándolo desde –si valen las imágenes– el interior de una ola que rompe en la playa y se desliza calma sobre la playa, a las cumbres del Himalaya y desde allí al vértigo urbano de una metrópolis; o al interior del propio organismo, permitiéndole percibir el discurrir de los fluidos interiores o el primigenio y esencial latido.
TALENTO. Ya desde el inicio mismo del concierto, con Edelstein interviniendo sobre el piano con una manera fuera de lo habitual al implicarse con el instrumento, se planteó que el concierto sería algo diferente. El producto de una síntesis del conocimiento acumulado en su contacto con distintas culturas, algunas tan lejanas como la hindú.
Durante algo más una hora –lo que habla de la magnitud del trabajo encarado por Edelstein en estos Estudios– el discurso musical fluyó en un continuum; como lo hace la vida misma.
Se planteó así un acontecimiento pleno de contemporaneidad. Sólo quien estuvo allí, en ese momento, puede comprender lo que ocurrió. De alguna manera, puede decirse que se planteó un hecho que desde lo musical va un busca de los límites para expandir, no sólo lo técnico sino, y fundamentalmente, el universo mental del oyente. Un hecho estético que en el principio acaso resulte molesto, pero que luego hechiza y finalmente cautiva.
Edelstein, posesionado del espacio sobre el escenario, sigue un camino personal en el que se adentra en territorios inexplorados. Un derrotero en el que con clara visión de conjunto y del valor de la producción colectiva, tuvo momentos de desarrollo aleatorio, de improvisación, pero también de segmentos en los que el ensamble se desempeñó con un ajuste y precisión superlativos. Por momentos, los solos de guitarra, saxo, piano y batería, permitieron dar cuenta de su solidez técnica y formativa, y cada uno de los músicos descolló en forma brillante.
A la cantante Deborah Claire Procter, sólo cabe agradecerle por la oportunidad que brindó a la audiencia de redescubrir la singularidad incomparable e inimitable de la belleza de la voz humana. Su intervención (acaso por aproximarse a algo podría ligársela al scat o a la fonética onomatopéyica de ciertas tradiciones africanas) fue simplemente deslumbrante por la solvencia técnica en el registro y su versatilidad al intervenir en una obra que exige competencias superlativas para traducir el complejo mundo interior que expresa.
Una conjunción de talento y libertad en función del concepto del director, que en medio de la escena interpretó el instrumento (el Ensamble) con una manera personal de comunicarse –a través de gestos y un código personal– con los integrantes de modo de “pulsar” a cada uno de ellos.
HOSPITALIDAD CON LO NUEVO. ¿Estamos preparados para lo nuevo? Hay comunidades que sí y que han hecho de ello una característica que los distingue.
En ese sentido, la capital de la provincia –en función de la respuesta a la convocatoria planteada por la presencia del ENS en Paraná– acaso no esté del todo madura, aunque pueden detectarse avances respecto a un panorama yermo en el pasado: las causas de esa falta de cosmopolitismo y apertura de la que aún no despega son múltiples, pero entre ellas debe adscribirse un modelo social esencialmente conservador, timorato y temeroso de acercarse a lo diferente, a lo que le resulta extraño o ajeno.
El prestigio de una capital de provincia –cabe recordarlo– se construye no sólo con lo material sino también con lo simbólico, con el reconocimiento que construye vinculado a algo que va más allá de lo material y lo económico.
En este sentido –y es algo que cabe valorarlo en su justa medida– el concierto del ENS en el Teatro 3 de Febrero, constituye un hito. A todas luces, un momento extraordinario como lo fue la performance de los músicos que alumbraron un hecho estético descomunal que brilla con luz propia.
Publicado por: El Diario de Paraná.
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